Lugares comunes
Lugares comunes
«Cuando yo sea tan vieja y prudente como vosotras podré apañármelas» con diez libras para vestidos, «pero ahora es diferente», protesta la joven Jane Charlmont ante sus dos hermanas mayores, las cuales, pasada o a punto de pasar la delicada barrera de los treinta años, parecen haber entrado ya en el desolado reino de las solteronas sin remedio. Aterrorizada por semejante destino, Jane se lanza sin el menor miramiento a un matrimonio por interés con un viejo y rico viudo, suegro por lo demás del hombre del que estuvo enamorada una de sus hermanas. Esta trama genuinamente austeniana es hilvanada por Christina Rossetti en una magnífica nouvelle que da título a esta colección de relatos, Lugares comunes (1870), una grata excepción en su carrera poética, aunque no del todo alejada de las claves del movimiento prerrafealita. Además del irónico y punzante retrato de las hermanas Charlmont, el libro contiene diversas joyas en el género del cuento de hadas, una legendaria evocación de cómo Tiziano apostó a los dados su mejor cuadro y tuvo desde entonces que volver «al tedio de luchar por un ideal alcanzado y perdido para siempre», y otras piezas nobles y sutiles, consagradas al deseo y la virtud, a su consecución y a su pérdida.