
La ejemplar, nuestro club de lectura
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Todo comenzó como comienzan casi todos los proyectos importantes: con una pregunta sencilla. ¿Y si compartimos nuestra lectura?
Así nació La ejemplar, nuestra suscripción literaria dedicada a autoras. Lo que al principio era solo la idea de hacer llegar buenos libros a más lectoras y lectores, pronto se convirtió en algo más grande: una comunidad de lectura.
Cada cajita no era solo un libro, era una puerta a conversaciones, interpretaciones, preguntas y emociones que quizás solas habríamos vivido de forma distinta. Descubrimos juntas que leer en comunidad tiene un poder transformador, mucho más profundo de lo que hubiéramos imaginado.
En la experiencia de La ejemplar y en muchas otras lecturas colectivas, hemos visto cómo compartir la lectura en comunidad tiene beneficios que van más allá del placer individual de leer.
En primer lugar, leer en comunidad amplía nuestras interpretaciones. Donde una persona ve tristeza, otra encuentra esperanza. Personajes insoportables se vuelven llenos de matices. Las lecturas se ensanchan, se abren; dejamos de ser lectoras solitarias para convertirnos en lectoras acompañadas por otras miradas.
En segundo lugar, el soporte emocional también es parte del viaje. Libros difíciles o temas intensos –como duelos, maternidades complejas, relaciones tóxicas– se hacen más llevaderos cuando no los atravesamos solas.
En tercer lugar, hemos visto cómo la constancia se fortalece. No es lo mismo enfrentarse a una novela larga sola que hacerlo sabiendo que, al final de la semana, te esperan otras lectoras con ganas de conversar. La lectura colectiva nos ayuda a sostener el hábito, a mantenernos en movimiento.
En cuarto lugar, el descubrimiento constante de autoras que jamás habríamos encontrado, géneros que no nos animábamos a probar, historias que se nos habían escapado, aparecen gracias a la elección del equipo detrás de La ejemplar.
Dinámicas de las lecturas colectivas
Hay muchas maneras de organizar una lectura en comunidad, y todas pueden ser igual de valiosas. Algunas dinámicas pueden ser en grupos pequeños donde se permiten las conversaciones más íntimas y profundas, mientras que los grandes ofrecen más diversidad de opiniones. También existen las que varían en torno a moderación. Una persona moderadora de la lectura puede ayudar a guiar la conversación, proponer preguntas, o incluso solo ordenar el turno de palabra.
El formato es algo que ha variado mucho desde la pandemia del 2020, y es que antes la mayoría de los clubes de lectura eran presenciales, pero ahora la modalidad virtual es la preferida. También hay quienes mantienen un formato híbrido, la verdad es que cada formato tiene su encanto. Lo importante es crear un espacio donde todas las voces se sientan escuchadas.
Desafíos de leer en comunidad.
Por supuesto, no todo es sencillo. Uno de los principales desafíos de una lectura colectiva es enfrentar libros que quizás no nos gustan, o no es nuestro género literario predilecto, pero que debemos seguir leyendo por compromiso grupal. Aquí es donde descubrimos también el poder de leer con humildad: aceptar otras perspectivas y reconocer que incluso un libro que no nos enamora puede regalarnos conversaciones valiosas.
También pueden surgir diferencias de ritmo: hay quien lee de forma compulsiva y quien avanza despacio. Por eso es importante establecer acuerdos claros: respetar el ritmo común y saber que todos estamos en momentos vitales distintos. Una de las muchas ventajas de nuestro club de lectura es que queda grabado, por lo que si no terminas el libro a tiempo de la sesión del taller de profundización, lo puedes leer a tu ritmo y ver el encuentro luego.
Una tradición que viene de lejos
Leer en comunidad no es una moda nueva: es una tradición antigua. En los siglos XVIII y XIX, los cafés literarios y salones de lectura eran espacios donde se compartían libros en voz alta. Las mujeres, que muchas veces no tenían acceso libre a libros o educación formal, formaban círculos de lectura secretos para poder acceder juntas a la literatura. Incluso antes, en tiempos medievales, la lectura solía ser oral y pública: un lector leía en voz alta para un grupo de oyentes. La idea de leer a solas y en silencio es, en realidad, mucho más moderna de lo que solemos imaginar.
Hoy, gracias a internet, hemos revivido esas prácticas de otras maneras: clubes virtuales, suscripciones literarias, lecturas conjuntas en redes sociales. La esencia sigue siendo la misma: leer juntas para vivir más profundamente la experiencia de los libros.
La lectura solitaria es maravillosa.
Pero la lectura compartida es, a veces, el doble de profunda.
En cada conversación, en cada interpretación inesperada, en cada risa o discusión sobre un personaje, se construye algo que ningún libro puede darnos por sí solo: comunidad.